Playa del Áncora

*Conocia bien la ruta desde la casa hasta la ciudad. No era facil llegar y entendia porqué. Al ermitaño le gustaba estar solo.
Despues de sortear las trampas del bosque tenia que seguir el rio con sumo cuidado hasta llegar a la playa, y desde alli volver varios kilometros hasta la ciudad. Era imposible llegar de otro modo, simplemente l selva era demasiado silvestre como para atravesarla incluso a machetazos. Habia anacondas y arañas, monos, jaguares, sanguijuelas... todo tipo de alimañas que podian ser muy peligrosas para cualquiera que no conociera el terreno. Al princcipio hasta a mi se me hizo dificil adentrarme, pero afortunadamente me encontré con aquel hombre. Si no, lo mas probable es que hubiera muerto... al menos una vez más.*

*anochecía, solo unos pocos tonos violáceos quedaban en el cielo e iban rápidamente desapareciendo dejando paso a las estrellas y la oscuridad. Di una pitada al cigarro y me acomodé sobre la roca en la que reposaba desde hacia ya un buen rato. Esa playa no destacaba por su concurrencia, y era un buen lugar para fumar tranquilo y escuchar alguno de los rumores que se comentaban entre los ocasionales marineros que arribaban al puerto. Quien sabe, más de una vez había sacado de allí el destino del próximo viaje. La gente, casi sin excepción, pecaba de hablar descuidadamente, sobretodo en medio de la euforia de pisar puerto después de meses meciéndose en agua salada. Una brisa fría anunció agua próxima, habría que tirar los cueros pronto si queríamos aprovechar esa lluvia*

*Había llegado temprano a Dominica, lo suficiente al menos para robarme unas meriendas y buscarme un lugar cómodo donde disfrutarlas. En la copa de una palmera a la que el viento mecía de un lado a otro, donde la sensación era una que se parecía a estar a bordo de una embarcación.
Comer sobre una palmera alta desde donde podía verlo todo sin que me vieran, era una sensación invaluable, además.
Mientras me comía un banano, observé desde la altura a un sujeto que también, al parecer, gustaba de la tranquilidad de esta playa, y se quedó hasta el anochecer.
Yo solo lo miraba de vez.en cuando para ver.lo que traía encima. Varias joyas y unas armas de esas raras que hacían ahora.
Esperé y esperé hasta que el tipo pareció quedarse dormido de espaldas sobre la roca donde había estado sentado toda la tarde, y entonces bajé con mucho sigilo por el tronco d mi árbol y así poder acercarme.*

*Di otra pitada, iluminando la oscuridad con un destello anaranjado. Había llegado lo que imaginaba sería el último barco del día. Los comerciantes no se aventuraban por la noche y los piratas seguirían viaje hasta Tortuga que tenía mucho más para ofrecer para gente que buscaba algo de diversión, en versión de juego y alcohol. Volví a mi cigarro, sentado relajado en la roca esperando que los marineros terminaran de desembarcar, lo que podía llevar bastante tiempo, para mezclarme con los últimos de ellos y acompañarlos discretamente a la taberna, donde podría conseguir ron y con suerte información valiosa. Había captado algunos retazos de conversaciones que hablaban de gente fabricando algunas cosas interesantes en el este, esperaba poder averiguar algo más cuando el alcohol fuera un factor común*

*Estaba de lo más seguro de que me estaba ignorando, atento más bien a las personas que pasaban por el muelle lejano, estaba demasiado lejos como para que él pudiera estar prestando atención a algo en específico. A menos de que fuera sordo. De lo viejo que estaba no sería nada de raro.
Me acerqué sin preocuparme y para probar mi teoría pisé una rama tirada en la arena, provocando una breve crujidera.
Aunque eso no me probó nada... Su falta de reacción bien podía ser por sordera o porque no le venía en gana perturbarse por mi presencia.
Entonces utilicé mi último recurso.*

-Hey... No es demasiado tarde ya para que los viejos anden afuera?

*Pregunté con voz fuerte. Si estaba sordo ni se inmutaría.
Aún así estaba listo para correr. Ningún abuelo que no fuera pirata en su juventud se sentaría nostálgico en la playa, y era imposible que, si me escuchaba, se uedara tranquilo después de llamarlo viejo.*

*escuche los pasos del idiota a mis espaldas mucho antes de escuchar la rama. El viento del mar habría escondido parte de sus ruidos y su presencia si eso fuera lo que hubiera buscado. Seguí observando despreocupadamente a la gente ir y venir sobre las tablas de madera del puerto, resistí el impulso de poner los ojos en blanco cuando me interpelo y solo di una pitada más como respuesta*

"Los niños vienen más tontos cada día"

*alguien que fuera tan ingenuo como para molestarse por un apodo no llegaría a vivir lejos. El ego frágil era un defecto bastante perjudicial para alguien que pretendía vivir entre la inmundicia de la humanidad*

*Fruncí el entrecejo, deteniendome en seco.
Estaba a sus espaldas así que no había manera de que me viera, y si me hubiera escuchado, pues...habría hecho algo.
De verdad era sordo entonces. Y si estaba perdido?
Volví a caminar hacia él, más lentamente para pasar desapercibido para el resto de sus sentidos, hasta quedar justo detrás de él a casi un metro de distancia.
Cuando vino y mientras lo observaba estuve pensando todo el rato en bajar y robarle sus cosas, pero ahora que lo veía de cerca no traía joyas en sus orejas ni en sus manos, sus vestiduras eran desaliñadas...
Ahora que lo veía de cerca me daba...lástima.*

-Oiga, abuelo... * Lo llamé acercando mi mano a su hombro.*

"Ni fumar tranquilo"

*di una última pitada antes de levantarme en el momento exacto que intento tocarme, eludiendo su tacto. Apague el cigarro contra la piedra y lo tire a la arena, aplastandolo bajo mi pie hasta que las hojas de tabaco quedaron totalmente húmedas con el agua de mar que se filtraba*

-Se te ofrece algo?

*pregunté observando al chico con aburrimiento. Ya casi tenía que irme si quería mezclarme con los marineros restantes. Podía escuchar como estaban bajando los últimos*

*Me di cuenta de que se movería justo a tiempo para apartarme y retroceder a la defensiva, y lo quedé mirando mientras se levantaba lentamente, y ascendía y ascendía por encima de mi como en cámara lenta hasta detenerse. Era un abuelo, pero más grande y cornudo de lo que habría notado al verlo de espaldas.
Aún así, no habló nada sino hasta que pisoteó bien su colilla. Y fruncí el ceño.*

-Asi que si hablas... Y oyes...

*Le dije con cierta molestia a pesar de la impresión inicial al ver que era más grande de lo que aparentaba.*

-No te conozco. Eres de por aquí?

*sacudí la cabeza suavemente por la pregunta sin sentido, y voltee la cabeza con rapidez cuando escuche pasos alejarse del barco pero no salir de él. Ya todos habían descendido, tiempo de ir a por ron y un poco de información útil*

-No es de tu incumbencia

*conteste al chico sin mirarlo y empezando a caminar a paso largo hacia el muelle para alcanzar a los marinos y mezclarme entre ellos. Perdería muchas charlas si los esperaba en la taberna en lugar de inmiscuirme en sus grupos y ya me había aburrido bastante de esa isla. Si algo lo ameritaba, y esperaba que así fuera emprendería viaje*

-Si que lo es...

*Repliqué con notorio recelo por su comportamiento, que me era tremendamente sospechoso.*

-A dónde crees que vas? Te estoy hablando, viejo gamberro.

*Era, además, un hortera de primera. Aunque no me esperaba mucho más de un viejo de su calaña.*

*ignore sin ningún esfuerzo al chico que seguía hablando al aire por alguna razón que desconocía enteramente. ¿Quien se molestaba en gastar saliva tan gratuitamente con alguien que era más que evidente que no tenía ningún interés en su persona? Misterios de la humanidad. Mantuve el paso largo y rápido sin agitarme en lo más mínimo. En pocos minutos estuve en el muelle para alcanzar a la última camada de hombres que iban hablando eufóricos de su llegada a tierra y de todo lo que pensaban hacer en la taberna. Adopte un paso más tranquilo y atravesé la barrera de los últimos discretamente, desapareciendo entre el gentío camino a la casa de bebidas y juego*

*Entrecerré los ojos mordiéndome la lengua para no gritarle al idiota un par de madres, con tal que ya me había demostrado que no le importaba un pito lo que le dijera.
Solo me sonreí, burlesco, y me crucé de brazos cuando le vi tratar de mezclarse con la multitud, porque el tipo era tan alto y distintivo del resto de cagones petizos que habían bajado del barco que era imposible no notar esa ropa roñosa y la cabeza de cabello grasiento que sobresalía por encima del resto de esa pestilente multitud de borrachos obscenos.
Si, claro... se creía de lo más bien que pasaba desapercibido, pero no para mi ojo de águila que podía ya reconocerlo en cualquier sitio, desde cualquier perspectiva.
Le dejaría creer que le había dejado en paz, que hiciera lo que quisiera mientras se sintiera tan seguro de si mismo, el muy presumido.
Me di la media vuelta para irme por el otro lado. Fuera a donde fuera, lo iba a encontrar otra vez.*