Mansión Black

Residencia actual de Clau Black

Heche un trago de mi copa de vino pasé pagina al libro que estaba leyendo. Hacia ya largo rato que gruesas lagriman resbalaban por mi rostro. Las novelas de amor me ponían asi. Pero en especial una que releía con asiduidad, Romeo y Julieta.
Nunca podré afirmar que la vida me dio grandes golpes. Solo me dio uno, y lo demás callo como un efecto dominó. Mi huida de casa, la muerte de mi padre, mi vida en Inglaterra con trágico y solitario fin, mi locura y vida en la piratería y en la pobreza…
Y todo por culpa de James Norrington. Lo ame como nunca nadie amo. Y también lo odie, como nunca nadie le habrá odiado.
Pero no podía quejarme del todo. Vivo sin hacer nada en absoluto, en una hermosa mansión, con dinero para vivir tres vidas mas, mantener a todos mis mayordomos y lujos y… estar sola.
Cuando la herencia me llegó, todo fue perfecto, maravilloso. Empezar a planear una nueva vida.
Ahora diez años después, con treinta años que tengo, estoy sola. Me separe del mundo al ver que no necesitaba a nadie. No he vuelto a saber de la señorita Swann después de la ultima vez. dejé de recibir al señor Lavit a pocos años de llegar la herencia. Me inventaba excusas para los mayordomos para que se las dieran a el. Un dia dejo de intentarlo. Con Luna paso lo mismo, solo que tuvimos una pelea.
No he salido de casa en 6 años.
La gente habla de mi, me lo cuentan mis criados. Cada cierto tiempo se expande el rumor por la ciudad de que he muerto. Soy el fantasma de Port Royal. Pero desde siempre, dicen que estoy loca, vivo amargada y hasta que escondo a un hijo secreto. He oído de todo, de Norrington, de Lavit…. Hasta de Sparrow.
Solo hay un motivo por el que quiero salir de casa: visitar la tumba de mis padres. Pero me da miedo a salir. No quiero encontrarme a nadie conocido.

Terminé de leer un capitulo y lo dejé por esa noche. Pedi a una criada que me preparara la cama. Subi, a la habitación que había sido de mis padres y que ahora yo ocupaba. Me ayudaron a desvestirme y a peinarme. A pesar de que no salía tenia una vida normal dentro de casa, en el sentido de que siempre me arreglaba y era correcta.
Cuando estuve lista me metí en la cama y apagué las velas. Poco a poco cada vez se fue escuchando menos ruidos en la mansión y yo quedé dormida.

A la mañana siguiente desperté con un animo nuevo. Llame a mi criada y avise de que me vistieran, peinaran, me hicieran un desayuno no muy abundante y prepararan los caballos y el carruaje pues iba a salir. La chica tardó un rato en reaccionar pero asintió con la cabeza y salió de la habitación. Fue instantáneo. Un murmullo se extendió en seguida por la casa. Y hasta desde mi cuarto me enteraba.
Llegaron otras dos sirvientas y me vistieron y arreglaron. Desde que coji otra vez la casa, restituí a todo el servicio antiguo, la mayoría los conocía a todos desde que era pequeña (única condición que no nombraran el tema antiguo y que me trataran como una dama nueva). En total unas siete personas. Y había intentado no encapricharme con ninguna como me solia pasar. Y había tenido éxito.
Cuando me vestí bajé al comedor donde me esperaba un café, zumo de naranja y dos tostadas con mantequilla.