Pasaje Bahia la Sirena

*Luego de que mama diera su aviso le mire por sobre el libro*

-Prometes volver pronto?

*Pregunte mirandole fijamente y cuando asintio con la cabeza, sonrei ampliamente y asenti con la cabeza*

-Prometo que cuando vuelvas seguira aqui, y lo cuidare lo mejor que pueda

*Le asegure antes de volver a mi libro y dejarla irse para que volviera mas rapido*

*Asenti con la cabeza a su peticion y cuando acepto fui y bese su frente en agradecimiento*

-Aubrey te agradeceria que cuidaras de Nicole por mi en lo que regreso

*Pedi al joven, y le sonrei antes de salir de la sala y colocarme mi brigo para luego pasar por Tay a la cocina y poder salir de ahi*

*Me preparé un pan con queso antes de salir y fuí con mamá afuera, mientras lo comía.*

-Estaba bien?....Aubrey?

-Esta calmado, no te preocupes

*Le asegure una vez lejos de la casa para poder hablarle con normalidad*

-Bien Tay te tocara hacer de guia asi que dime a donde vamos?

-A las ruinas de la iglesia.
Aubrey dijo que allí vivian sus amigos.

Dije, recordando lo qe él me había dicho*

-Las ruinas de la iglesia?

*Pregunte sorprendida y curiosa volteando a verle*

-Aubrey y esos niños son huerfanos?

*Asenti con la cabeza*

-Aubrey vive allí con los huerfanos y los niños abandonados.
Creo que él es uno de los mayores.

*Dije caminando y tomando la mano de mamá para no perderla.*

-No recuerdo haber visto niños mas grandes que él anoche

-Creo que eso tendre que decirselo a tu padre cuando regrese, no podemos dejar que se vaya hasta que este curado, pero dejar a esos niños solos es malo

*Dije tomando la mano de Tay cuando la senti junto a la mia, era lamentable que los niños fueran huerfanos, pero nada se podia hacer si los padres eran unos irrespondables*

-Awh---

*Miré añ suelo siguiendo el movimiento de mis pies*

*Segui el camino directo a la antigua iglesia, no seria un lugar agradable y con tanto niño huerfano seria peor, di un suspiro y trate de mentalizarme a lo que veria, aunque en realidad Tay haria todo, yo solo lo esperiaria si no habia problemas*

*Una vez que mamá se fue segui concentrada en mi libro, el unico ruido dentro de la casa era la respiracion agitada de Aubrey y la mia, de afuera venian muchos otros ruidos pero a esos no prestaba demasiada atencion.
Cada cuando dejaba mi lectura para mirar por sobre el, serciorandome que Aubrey siguiera en el sillon de enfrente y cuando lo comprobaba seguia leyendo sin mas preocupacion.
El no habia tocado su comida, seguro ya estaba fria pero si no la comia, tendria que tirarla o darsela a Niki para que no se desperdiciara*

*Mirába de vez en cuando a la niña leyendo y luego me volvía hacia la ventana.
Me preguntaba si realmente Hawkins había podido ir a la iglesia.
En un momento la mirada de la niña se cruzó con la mia e hice una mueca de disgusto.*

-No tienes nada mejor que hacer que estar vigilandome?

-No, mi mama dijo que lo hiciera y lo hago

*Conteste encogiendome de hombros, pero ya sin apartar la mirada de mi libro*

-Deberias comer

*Murmure mientras pasaba a otra pagina para seguir leyendo con tranquilidad, sonrei un poco ante lo que leia y luego volvi a mi expresion tranquila*

-Si tu mamá te dice que te tires a un pozo, lo haras?

*Pregunte con burla mirándola sonreirse. No sabía ue tanto leía pues no podía leer lo ue decía en la tapa*

-Qué tanto lees... ¬¬

-Mamá nuca me diria eso

*Dije sin dudarlo y le mire con los ojos entrecerrados por sobre el libro unos segundos antes de volver a leer*

-Cuentos, historias

-Tonterías...¬¬

*reclamé mirando de nuevo la ventana. Sin embargo la miraba cada tanto...parecía disfrutar mucho lo ue leía*

-donde aprendiste a leer?
Aquí no hay escuelas

-Eso dices por que no lo entiendes

*Dije encogiendome de hombros y volvi a pasar otra pagina para seguir leyendo*

-Me enseño mi mamá, ella nos enseña muchas cosas

-Le haces caso en todo a tu madre?

*pregunté, malhumorado.*

-Podrías....leer en voz alta?

-Si, mamá sabe muchas cosas y es muy buena

*Conteste con tranquilidad pero al escucharle baje el libro mirandole atentta y luego sonrei*

-Claro

*Dije pasando unas cuantas hojas mas para empezar con una historia nueva*

-Pedrín, luego de mucho tiempo de ausencia, regresó a su pueblo trayendo un batallón de burros que cargaban centenares de costales con espejos. Había trabajado casi veinte años en un próspero país lejano fabricando platos de acero.

Aunque Pedrín ganaba lo suficiente para llevar una vida tranquila, no perdía las esperanzas de hacerse un hombre verdaderamente rico algún día.

Y ese día creyó que había llegado cuando en aquel país alguien inventó el espejo. Fue una novedad extraordinaria, todos se volvieron locos mirándose sus caras. Entonces a Pedrín se le ocurrió regresar a su tierra y empezar a hacer realidad su sueño. Haría negocio con los fantásticos espejos por todos los pueblos vecinos, y si se podía, hasta iría a otros países cercanos donde nadie aún haya llevado el espejo.

*Empece a leer sin detenerme mucho solo lo suficiente para tomar aire y continuar con la lectura, aunque siempre se me dificultaba un poco en palabras nuevas*

*Fruncí el ceño...Qué diablos era ese tal espejo?
Me quede mirandola cuando se detuvo, leía bastante bien..*

-Que pasa?

-Estoy descansando, leer en voz alta me acaba el aire

*Dije cuando oi su pregunta y cuando por fin tome de nuevo el ritmo continue leyendo*

-Su primera incursión fue al pueblito de Jujina, de gente dedicada a la pesca, que quedaba a un día de distancia del suyo. ¿Y por qué no empezó a venderlos en su propio pueblo? Porque estaba resentido con su paisanos, pues, siendo un adolescente huérfano, ellos lo echaron del lugar por pillarlo robando patos y gallinas con los que Pedrín cocinaba para sus hermanos hambrientos.

-No les venderé ni un solo espejo y se morirán sin conocer sus caras - refunfuñaba en silencio.

Así, una mañana solariega, Pedrín ingresó a Jujina, pregonando a toda voz que traía la mayor maravilla jamás conocida. Colgó el único espejo que trajo de muestra en un árbol de la plaza.

-Acércate y conoce tu cara- le dijo a un hombre de la multitud.

El hombre se quedó boquiabierto del asombro. Por primera vez veía sus cabellos negros, sus cejas ralas, sus orejas pequeñas, sus ojos verdes, su larga nariz y sus labios gruesos. Quería quedarse para toda la vida frente al espejo, pero lo sacaron a la fuerza, pues los demás también deseaban gozar con ese instante prodigioso.

*Lei entretenida y di otro descando antes de seguir*

-Niños, viejos, hombres y mujeres de todas las edades, desfilaron fascinados frente al espejo hasta el anochecer. Todos estaban dispuestos a pagar las diez monedas de oro que pedía Pedrín por cada espejo.

Entonces, esa misma noche, Pedrín regresó a casa para traer los 527 espejos que le habían pedido. Conduciendo su burro blanco, por el camino no paraba de frotarse las manos de la alegría por el tremendo negocio que acababa de cerrar.

-¡5,270 monedas de oro!- pensó con una amplia sonrisa. ¡Mejor comienzo no se podía pedir! Con esa ganancia viviría bien durande un año sin mover un dedo.

Pero sucede que cuando regresó a Jujina con los 527 espejos, encontró a la multitud de la plaza sumida en un descomunal alboroto. Por todas partes se escuchaban gritos de amenaza, de burla, de desafío, de altanería, y poco faltaba para trompearse entre ellos.

Ocurrió que la vanidad se apoderó de la gente. Ahora que conocían sus rostros, nadie se creía menos lindo que otro y cada uno estaba convencido de ser el más bello no sólo de Jujina sino del mundo entero.

-¡Qué se va a igualar tu horrible nariz a mi naricita preciosa!- le decía, ufanándose, una muchacha a otra.

-¡Nada como mis ojos celestiales!- vociferaba jactancioso un joven a otros jóvenes.

-¡Apuesto lo que quieran que en un concurso de cejas, lejos ganan las mías!- decía presumiendo un viejo a otros ancianos.

-¡Dime que mis labios son más bonitos que los tuyos o te rompo los dientes!- trataba de intimidar un hombre a otro, agarrándolo por el cuello.

Pedrín no tardó mucho de ver empujones, bofetadas, puñetazos, y se asustó tremendamente cuando vio a algunos sacando sus cuchillos.

-¡Ya bastaaaaaaaa!- gritó Pedrín, sudoroso, arrepentido de traer el espejo a ese lugar, sintiendo una herida dentro por ser el culpable de todos esos desmanes.

Solo entonces la gente se percató de la presencia de él y todos sonrieron. Ya se imaginaban con sus espejos colgados en las paredes de sus casas para contemplarse todo el tiempo que quieran y fanfarronear de sus rostros perfectos.

Pero vieron que Pedrín, apenado, descolgando el espejo del árbol, se marchó a su casa con sus burros y el cerro de espejos encomendados. Por el camino arrojó todos los espejos a un río turbulento.

Una semana después, regresó a ese próspero país lejano para trabajar en lo mismo.

Al poco tiempo, un amigo, a quien Pedrín había encargado ir a Jujina para informarse cómo estaban las cosas, le envió una carta.

Mientras leía y a la vez fabricaba un plato de acero, vio en la superficie de éste, el reflejo de su nublada sonrisa al saber que en Jujina se prohibieron los espejos y que la gente volvía a la normalidad y que nuevamente pescaba en paz absoluta.

Felizmente, la vanidad se esfumó para siempre, cuando todos, poco a poco, olvidaron por completo los inocentes caminos de sus rostros.

*Continue hasta que termino a historia, cerre el libro pero sin sacar mis manos de donde separaba las hojas asi no perdia en que historia iba*

*Mas o menos hasta la mitad, cerré los ojos para imaginarme mejor lo ue escuchaba y de vez en cuando sonreía por lo estúpido de la historia.
Cuando ella acabó no la miré de vuelta.*

-Tienes algún espejo aquí?

*Pregunté, pues al igual que esas personas, yo nunca había visto uno.*

*Voltee a ver a Aubrey cuando escuche su pregunta y pense un poco antes de asentir con la cabeza, deje el libro sobre el sillo y me levantame, corri hasta la habitacion de mamá pues era la unica que tenia tenia uno pequeño par poder moverlo.
Cuando lo encontre volvi de nuevo a la sala y se lo pase a Aubrey para que lo mirara*

-Solo ten cuidado, cuando se rompe puede ser peligroso

*Adverti volviendo a sentarme en el sillon, buscando otra pequeña historia que leer*

*Lo tomé con una mano y lo miré, al principio con desconfiana y luego con sorpresa.
Había visto ántes mi reflejo en el agua, y en los vidrios, sin embargo nunca tan claramente como en ese objeto.
Mi rostro estába hinchado y amoratado por los golpes de la noche anterior e incluso podía ver algunas cicatrices de veces anteriores...
Luego de un momento, miré a la chica Hawkins y dejé el espejo de lado.*

-No es gran cosa...

*Murmuré volviendo a pegar la vista a la ventana.*

-Si no tienes nada interesante que conocer no es gran cosa

*Dije encogiendome de hombros y mirando su plato de comida antes de verle de nuevo*

-Por que no comer y miras mucho por la ventana?

*Pregunte curiosa, pues desde que mamá lo habia obligado a quedarse ahi no hacia otra cosa*